En la Biblia G3 Leonel Villella escribe acerca de este tema: “En medio de una ruta, David está cambiando la rueda del auto mientras una lluvia torrencial le hace el trabajo más difícil. Su esposa sufrió un accidente y necesitaba llegar a un hospital con urgencia. Cuando se dispone a sacar la segunda tuerca de la rueda, la llave de cruz se parte lastimándole la mano. El grito de dolor se mezcla con los truenos. Los ojos cerrados y los dientes apretados ya no pueden contener la frustración y la ira. Es entonces cuando empieza todo…. sus ojos dejan de ser marrones, su piel cambia de color, su físico crece, su voz se vuelve ronca, el enojo brota como lava de un volcán, un volcán de color verde, un volcán conocido como el increíble HULK en los 80.”
En nuestro caso aunque no nos pongamos verdes como David Banner ni musculosos, igualmente sufrimos una metamorfosis difícil de controlar cuando nos enojamos.
David Banner se enojaba cuando no podía controlar una situación, cuando se veía superado por las circunstancias o cuando se sentía frustrado. Nosotros tenemos inclinación a enojarnos por las mismas cosas.
Nosotros perdemos la paciencia principalmente en la relación a cosas tales como una rueda desinflada, una hoja de afeitar sin filo, una tarea no realizada. Mayormente nos enojamos por cuestiones relacionadas con la gente: una mirada fea, un comentario descortés o un saludo no correspondido.
La gran pregunta que se te puede ocurrir es: ¿Por qué causas se enojó Jesús? Jesús sí se enojo algunas veces. Pero las causas de su enojo eran diferentes a las nuestras.
Veamos: Él no manifestó enojo porque los peces y los panes no alcanzaran, ni tampoco por las críticas de los fariseos. Las ocasiones de indignación de Jesús en la Biblia están relacionadas con el maltrato a los más débiles, con la injusticia u otras personas y con los que se enorgullecían de ser puros y no lo eran.
Punto de reflexión:
¿Por qué te enojas?
¿Por qué cosas te enojas más seguido?
Nuestra esperanza es la vida eterna, la cual Dios, que no miente, ya había prometido antes de la creación. Tito 1:2
Hay una canción de Edgar Lira que se titula: Hay una esperanza. Esa canción habla acerca de este mundo y las guerras.
Dice que aunque exista el engaño, el abandono de niños inocentes que andan por la calle sin mamá y papá, aunque en el mundo haya odio y maldad, existe una esperanza, y esa esperanza es lo único que puede hacer que el mundo cambie.
Esa esperanza puede hacer que haya paz y no guerra, que haya amor y no odio, y esa esperanza es Jesús.
Él dio su vida en una cruz, soportó que lo escupieran, le dieran latigazos y se burlaran de Él, nada más por amor al mundo, por querer salvarnos de las llamas eternas del fuego de la soledad.
Pero a este mundo le cuesta entender el sacrificio de Jesús y prefiere vivir en odio y en constantes guerras.
La canción también habla del pueblo en el que Jesús nació, de cómo eran sus padres, y de que Él no escribía libros ni nada por el estilo. Eso me hace entender que no necesitamos ser hijos de pastores famosos, ni de políticos. Y tampoco importa nuestra edad; igual que Jesús, debemos llevar el evangelio a las personas que no conocen del amor de Dios.
Tú y yo podemos y debemos, como cristianos, llevar esa cruz que brilla en medio de la oscuridad de forma que presentemos la esperanza que el mundo necesita para ser salvo y vivir en plenitud. ¿Estamos dispuestos a llevar luz a tanta oscuridad?
Este mensaje es digno de confianza, y quiero que lo recalques, para que los que han creído en Dios se empeñen en hacer buenas obras. Esto es excelente y provechoso para todos. Tito 3:8
El empeñarse en hacer buenas obras puede incluir cualquier cosa que ayude a otros y le dé gloria a Dios. Eso incluye miles de posibilidades, y en siete minutos se te podrían ocurrir una cuantas cosas para hacer. ¿No es verdad? Pero del dicho al hecho suele haber mucho trecho.
No hacemos todo lo bueno que se nos ocurre. ¿Por qué? Si les preguntáramos en confianza a nuestros amigos, algunos quizás nos dirían que les falta tiempo o quizás energías.
Otros nos contestarían que no saben por dónde empezar. Ayudar a otros a veces comienza en momentos un poco incómodos en los que uno no sabe qué decir o cómo reaccionar ante la necesidad.
Hay situaciones en las que las personas que necesitan ayuda no son las más populares, bellas y atractivas, y quizás hasta nos producen cierto temor. Todas esas son buenas excusas. Pero lo único que consiguen es que perdamos algo muy importante: La bendición que representa el ayudar a otros.
La recompensa interior que experimentamos al hacer algo importante por la vida de otra persona pesa muchísimo más que las inconveniencias en las que debamos meternos por ayudar. ¿Qué te parece hacer ahora una lista de siete cosas que podamos hacer en los próximos siete días que demuestren que entendimos el versículo de hoy? ¿Por dónde empezaras? ¿Cuál es tu plan?
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