martes, 11 de octubre de 2011

Sal y Luz






Ustedes son la sal de la tierra….Ustedes son la luz del mundo. Mateo 5:13-14

Durante años entendí el concepto de la luz, pero no el de la sal. Leyendo algunos libros y la misma Biblia fui captando que en aquellos tiempos no existían ni las neveras, ni los congeladores. De la única manera en que se lograba mantener la frescura de la carne era “salándola”, porque la sal detiene el estado de descomposición.
Me paso los días escuchando a la gente criticar al gobierno, a la corrupción existente, al crimen, quejándose por la actualidad; incluso oigo a muchos cristianos criticar al “mundo” y a los “mundanos” alejándose de ellos como si fueran una peste y convirtiendo las iglesias en refugios para “santos” que se escandalizan de lo “carnal”. Pero no podemos culpar a la carne por descomponerse si nosotros no le echamos sal para que mantenga su sabor original. Esto quiere decir que Dios hizo todo bien, hizo a la carne rica y sabrosa, el hombre fue hecho de esta manera, pero Satanás, el mentiroso, el corrupto quiere corromper y descomponer todo.
Nosotros, los cristianos, no debemos ser solo coquetos saleritos eclesiásticos  que están en la mesa como lindos adornos. Debemos estar ahí para salar la carne antes de que se descomponga.
No podemos responsabilizar a la carne por pudrirse, tampoco echarle la culpa al mundo por corromperse, o al diablo  por corromper, lo que debemos preguntarnos es: ¿Dónde está la sal? ¿Dónde estaba yo? Algunos dicen: “Los cristianos no debemos meternos en la política, ni estudiar tal o cual carrera, ni ir a determinados lugares para no contaminarnos” ¡Mentiras del mentiroso! Nosotros debemos salar la carne porque somos la sal. También somos luz y cuanto más oscura esté la habitación, más necesidad tendrá de luz.
Salgamos a iluminar, no solo con palabras, sino con  nuestras vidas. A la gente no le importa tanto lo que yo diga, o sienta; le importa lo que yo vivo, lo que realmente soy. Por eso en medio de esta oscuridad, nuestra luz debe brillar claramente a través de todo lo que hacemos. Seamos los protagonistas, seamos la sal y la luz de este mundo.
¿Qué pasa si la sal no sala? ¿Cómo puedes comportarte como sal y luz? Cuestiónate, yo le pedí a Dios hoy ocupar el lugar de sal y luz que les encomendó a los discípulos, que me ayudara a cuidar a los que me rodean para que no pierdan la frescura y puedan vivir en santidad. ¿Tú que le pides?

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