“No
tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De
hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley.” (Romanos 13:8)
La
Palabra de Dios nos enseña que no tenemos que deberle nada a nadie excepto para
amarlo.
En
2 de Reyes 4:7, vemos que debemos pagar nuestras deudas. Cuando permitimos que
las deudas nos abrumen, nos desanimamos, nos deprimimos rápidamente.
¿Te
has dado cuenta de que una de las razones principales por las que la gente se
endeuda es porque sus emociones están fuera de control? Cuando un deseo de
placer personal, un sentido de prestigio o la capacidad de impresionar a otros
hace que vivamos más allá de nuestros medios, acabamos endeudados.
Si
tú y yo vamos a llegar a alguna parte en el Reino de Dios, debemos
aprender vivir según la sabiduría y no
según nuestro deseo carnal, que es la emoción humana.
“Dios
bendice al joven que actúa con
sabiduría, y que saca de ella más provecho que del oro y la plata. La sabiduría y el
conocimiento valen más que las piedras preciosas; ¡ni
los tesoros más valiosos se les pueden comparar!” (Proverbios
3:13-15)
La sabiduría toma hoy la decisión con
la que te sentirás bien mañana. La emoción hace lo que la hace sentir bien hoy
sin pensar en mañana. Cuando llega el mañana, los sabios lo disfrutan en paz y
seguridad, pero los necios acaban desanimados y deprimidos. ¿Por qué razón?
Porque los sabios se han preparado para el mañana y son capaces de disfrutar
los frutos de su trabajo, mientras que los necios, que han puesto el placer
primero, ahora deben pagar por ayer.
¡Es mucho mejor trabajar ahora y
jugar después, que jugar ahora y preocuparse después!
Es tan desalentador ir al buzon de
cada día y no encontrar más que cuentas, cuentas y más cunetas, a la larga, ese
desánimo conduce a la depresión por causa de la presión de no ver una salida.
Cuando cargamos en la cuenta cosas que no podemos realmente cancelar, estamos
gastando hoy la prosperidad de mañana. Entonces, cuando el mañana llega, lo
único que tenemos son DEUDAS.
Para vivir una vida disciplinada, que
es realmente la necesaria para producir buen fruto en nuestras vidas, debemos
estar dispuestos a invertir hoy para poder cosechar mañana.
Para aliviar el desánimo y la
depresión que vienen por estar endeudados, debemos salir de la deuda
convirtiéndonos en personas lo suficientemente disciplinadas como para no
pensar en los sacrificios de hoy, sino en las recompensas de mañana.
“Hermanos,
si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales debe
restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también
puede ser *tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargar, y así cumplirán
la ley de Cristo. Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es nada, se
engaña a sí mismo.” (Gálatas 6:1-3)
En
lo personal, leído y meditado mucho estos pasajes en demasiadas ocasiones.
Tengo un temperamento natural que elude a la humildad, así que necesito toda la
ayuda de La Palabra de Dios que pueda obtener.
Realmente
si quiero agradar a Dios, estoy dispuesta a hacer las cosas a su manera, no a
la mía sin importar lo difíciles que sean.
Estos
pasajes me recuerdan que si bien la mala conducta debe ser confrontada en forma
pasiva, también habrá ocasiones en que tenga que soportar las fallas de algunas
personas problemáticas. Dios probará mi paciencia, y mi orgullo.
La
humildad nos permite ser verdaderamente personas pacientes con los errores de los
demás. Mientras andemos en amor y oramos por ellos, Dios va a obrar y tratará
con sus fallas. Cosechamos lo que sembramos: Si sembramos misericordia, cuando
nosotros la necesitemos, cosecharemos misericordia.
Aun
cuando se nos haga difícil quizá soportar las debilidades de los demás, La
Palabra de Dios nos va a fortalecer y nos capacitara para hacer su voluntad.
Cuando te encuentres tentado a ser orgulloso, estudia o medita las Escrituras,
pídele al Espíritu Santo que haga a través de ti lo que no puedes lograr con
simple fuerza de voluntad.
Recuerda,
el orgullo es un pecado también, y es el culpable el cual se esconde detrás de
las relaciones rotas. Las señales del orgullo incluyen la falta de voluntad
para admitir fallas o renunciar a asumir la responsabilidad por las propias
acciones.
El
orgullo quiere hablar siempre, pero no quiere escuchar, el orgullo no hace las
paces nunca; el orgullo es testarudo, no quiere ser instruído, ni exhortado,
quiere instruir a los demás.
El
pecado de Lucifer fue el orgullo, ¡Dijo que se levantaría a sí mismo y a su
trono por encima de Dios! entonces, vemos que esa clave de orgullo se
manifiesta cuando una persona se tiene en más alta estima que las demás
personas, pero Dios dice que; Todos somos iguales ante sus ojos. Lucifer por
supuesto, nunca ha sido igual que Dios, pero en lo que respecta a relaciones
humanas, ninguna persona es mejor que otra.
Recuerda
eso: Ninguna persona es mejor que otra. Ante los ojos de Dios, todos somos
iguales. Y estarás bien encaminado para poder evitar el orgullo.
No
te engañes creyendo que siendo
orgulloso, te llevará a dónde en verdad tú quieres ir. Más bien, permite que la
verdad del pasaje de Gálatas desciende profundamente en tú corazón, tú
vida y te cambie de adentro hacia
afuera. Sé paciente, deja el orgullo; si en tú vida quizá no has visto
verdaderamente lo que quieres ver realizado, ¿será por orgullo? Deja que Dios
trabaje en ti, y deja que Dios trabaje en los demás, él más que tú conoce a las
demás personas.
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