lunes, 18 de julio de 2011

No tengas miedo... ¡Atrévete!



Ahora bien. ¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas! Romanos 10:14-15

Pasamos bastantes horas disfrutando de diversas actividades con nuestros amigos, y hablamos de muchas cosas diferentes. Sin embargo, ¿cuánto tiempo dedicamos para hablarles a otros de nuestro Salvador? En mi caso, no siempre tanto como debería. Esto no tendría que ser así porque estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe para que otros puedan ser salvos al igual que nosotros.

Nosotros afirmamos que tenemos muchos amigos y que los amamos, o al menos los apreciamos. Una parte fundamental de la amistad es preocuparnos por ellos, y aun más, saber que va a pasar con ellos después de la muerte.

Es bonito tener amigos en esta vida porque ellos son personas que siempre están ahí cuando los necesitamos; una buena forma de retribuirles lo que nos han brindado es dándoles las buenas nuevas, la salvación y la paz que tanto buscan en medio de los problemas.

Una pregunta tan sencilla como: ¿Qué crees que va a pasar después de la muerte?, nos puede dar una idea de qué es lo que piensa esa persona a la que le estamos hablando; podemos partir de ahí para contarles acerca de lo que nosotros creemos. Es cierto que muchas veces sentimos vergüenza, pero nosotros no estamos en este mundo para agradar a los hombres, sino para vivir de Dios (Gálatas 1:10), y cuando predicamos el evangelio estamos sirviendo a nuestro Señor.

Si tenemos miedo de que nuestros amigos nos rechacen, debemos olvidar ese temor porque, en primer lugar, si nos rechazan o nos hacen a un lado por hablarles de Cristo no son verdaderamente nuestros amigos; y en segundo lugar, debemos estar felices porque aunque seamos rechazados aquí en la tierra, nos espera una gran recompensa en el cielo (Lucas 6:22-23). Somos los encargados de llevar el evangelio a las personas que nos rodean para que ellos así puedan oír y estar con nosotros allá en la eternidad. 

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